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HORNO ARDIBNTB DE CARIDAD 121 con la doctrina. Si queremos seguir al ejemplar divino, es necesario renunciar a las cosas de este mundo ; por lo menos, no tener el corazón apegado a los bienes de la tierra, utilizar bien los bienes de fortuna y pasar por los bienes de este mundo de tal modo que no perda– mos los bienes eternos. Con la muerte se dejan todas las cosas, y con la pobreza compramos las eternas riquezas. Nos hacemos pobres de las cosas de este mundo para hacernos ricos de los bienes del otro. Jesús nos dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos» (60). Modelo de pureza. Jesús nació de una Madre Virgen e Inmaculada; durante su vida dio ejemplo de vida purísima y tuvo una predilección especial por el discí– pulo virgen San Juan Evangelista, al cual encomendó a su Madre Santísima. Permitió que le calumniaran y le llamaran amigo de los pecadores, pero ninguno atacó su pureza. Ninguno de sus enemigos se atrevió a decir lo más mínimo contra su pureza. En el curso de su vida no respira otra cosa que pu– reza y se describe en el Cantar de los Cantares «como narciso de Sarán y azucena de los valles, como lirio entre los cardos, es mi amada entre las doncellas» (61). Todo el cántico es un idilio de amor puro entre el Es– poso y la Esposa. ¡ Oh, qué pureza se manifiesta entre los dos amantes! San Juan Evangelista nos pinta al Cordero y su sé– quito. « Vi, y he aquí el Cordero-que estaba sobre el monte Sión-, y con él ciento cuarenta y cuatro mil. (60) Mat., V, 3. (61) II, 1-2.

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