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.102 P. PIO M.ª DE·MONDREGANES, O., F. M. CAP. los sacerdotes elevan al Altísimo la alabanza perenne y oficial de la Iglesia. Todos los que tienen obligación de rezar el oficio divino o el oficio parvo de la Virgen deben esforzarse en prac;ticarlo con devoción, porque es un medio de san– tificación. Cantemos al Señor, quien nos habla y res– ponde en el oficio por la Escritura, los santos Padres y Doctores, los santos y los ángeles. Laudate Dominum omnes gentes: praedicate eum omnes populi. Cantemos co.ntinuamente las misericordias divinas en la tierra y en el cielo. , ¡.a oracÁón litúrgica, en cualquier modo que se reali– ce,' es la m,ás sublime, porque se compone de palabras de la Sagrada Escritura y de los santos Padres. Se ruega en nombre de la Iglesia; y la oración Ee avalora con los méritos de Jesús, de la Virgen y de los santos. Es muy variada y causa fervor y entusiasmo. Si– guiendo el ciclo lit'úrgico del año, vivimos la vida de Jesús y de los santos. Esta es una piedad seria, sólida, amable, variada, rica de pensamientos y afectos santos. Vivamos con la Iglesia, oremos con la Iglesia y ala– bemos a Dios con la Iglesia. Se debe dar importancia a la oración y al culto li– túrgico, pero sin dejarse llevar de un formalismo ruti– nario.. Penetrar y vivir de los sentimientos y afectos que inspiran las diversas partes de la liturgia... En la vida litúrgica, Jesús nos habla de mil maneras. Tenemos algunas cosas litúrgicas que se refieren directa– mente al Corazón de Jesús, como la fiesta en su honor; las Misas aprobadas por las autoridades eclesiásticas y otras devociones en su honor, aunque en el rigor cien– tífico no pertenezcan a los libros litúrgicos, fácilmente se pueden aprovechar para el fervor y la edificación.

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