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96 P. PIO M.ª DE MONDRBGANES, O. F. M. CAP. que ninguna cosa veo corporalmente en este mundo de ese Altísimo Hijo de Dios, sino su Santísimo Cuerpo y Preciosa Sangre, lo cual ellos consagran y reciben, y ellos solos los administran a los otros.» El mismo no quiso ser sacerdote por humildad, considerando esa gran dignidad. Cuando veis un sacerdote, considerad que veis el re– presentante de Jesús y el continuador de su obra re– dentora. El mismo sacerdote debe considerarse como legado de Jesús y, por tanto, debe conocer, estimar, amar e imitar la vida del Redentor. Vivir como El, imitando sus virtudes, su santidad, su conducta. Vivir con El en unión íntima de amor ardiente. Calentarse en su ardiente Corazón. Vivir por El, por sus ideas, sentimientos, por su presencia, por su vida sobre– natural. Vivir en El, en su presencia, en su compañía, en sus sentimientos, obras y palabras. Del Corazón de Jesús, Horno ardiente de Caridad, debe sacar el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. A impulsos del amor debe dar y darse por el prójimo, por la santificación de todos. Recuérdate de las promesas que el divino Corazón hizo a Santa Margarita en favor de los apóstoles y predica– dores de la devoción a ese divino Corazón. El Corazón de Jesús ama a los sacerdotes como las pupilas de sus ojos. Ellos son los instrumentos para comunicar sus mi– sericordias a los hombres. El sacerdote predicador puede hacer conocer a Jesús al pueblo cristiano ; el sacerdote escritor puede anun– ciar y publicar las riquezas del Corazón divino. El sacerdote educador enseña a la juventud cómo debe imitar a Jesús y educarse en su espíritu.
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