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sangre; María, sus lágrimas. Jesús, crucificado, en el cuerpo; María, traspasada en el corazón. Meditemos que siempre que se comete un pecado mortal se renueva la pasión de Jesús y los Dolores de la Madre celestial. En el mo– mento de la tentación vayamos con el pensa– miento al Calvario y miremos a Jesús crucifi– cado y a la Virgen a sus pies, llorando, ¿y quién será tan cruel que se atreva a renovar los, tormentos del Hijo y los Dolores de la Madre?· Roguemos a María para que nos obtenga un verdadero espíritu de contrición y de aborre– cimiento al pecado. III. ¡Oh María!, tu vida por la previsión de los dolores de Jesús fué toda un martirio. Una espada de dolor atravesaba tu corazón amantísimo de Jesús y de los hombres. ¡Oh Ma– dre mía!, que una espada de contrición y un torrente de lágrimas traspasen también mi co– razón por los muchos y graves pecados come– tidos, que fueron la causa de tanta amargura. Madre mía, ten compasión de mi alma y no· permitas que se condene eternamente. Con la sangre de Jesús y tus lágrima¡; borra y limpia mis culpas. Hazme llorar lágrimas de compun-· ción y ayúdame a hacer actos de penitencia. Yo te doy gracias por lo mucho que has su– frido por mí, pero también te pido que tus do– lores no sean inútiles. Que fructifiquen en mf frutos de santidad en el mundo y de felicidad' en la gloria. - 396 -

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