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bienaventurado quien te dará lo que nos diste .a nosotros" (1). Jerusalén es llamada por Jeremías la ciudad populosa, la señora de las provincias (2), y por José Flavio, la ciudad espléndida, célebre entre todas las gentes: "Splendida civitas summaque .apud omnes homines celebritatis" (3). Jerusalén era célebre para los hebreos, pero no lo es menos para los cristianos, porque en ella se verificó la Pasión y Muerte de Nuestro Redentor. Para el cristiano, Jerusalén es la Ciudad Santa, donde se realizó el Sacrificio de la Nueva Alianza; donde fuimos rescatados por la Sangre de Dios-Hombre, Verbo Encarnado, que muere para darnos la vida sobrenatural y eterna. Por razones históricas y religiosas, esta Sión terrestre, tipo de la celeste, es el centro princi– pal de peregrinaciones de los hombres que quie– :ren conocer y ver los lugares santificados por 1a presencia corporal del dulce Jesús, Hijo del Altísimo, el Mesías prometido, Pontífice Supre– mo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan. Jesús entró triunfante en Jerusalén, acompa– ñado de los discípulos y aclamado por el pue– blo. Sabiendo lo que había de suceder, lloró so– bre la ciudad deicida. Los príncipes de los sacer– dotes y los escribas querían quitarle del medio. (I) Ps., 137, 1-8. (2) Lam., I, l. (3) De Bello iudaico, l-7. cap. l. n. 7. Fla,·ii Josephi opera g-recae et latinae, Parisiis, 1845-47. - 36 --
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