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ce que era conveniente que le dejara sentir toda clase de penas. El alma no estaba desesperada, pero la angustia era suma. No se había roto la unión hipostática porque no podía, pero la de– solación era de una amargura incomprensible. Jesús, lamentándose delante del Padre de este gran dolor, nos hará comprender cuál será la pena cuando las almas de los condenados se– pan que estarán eternamente separadas de Dios. Considera que si tú vives y mueres en peca– do mortal, por los siglos de los siglos estarás separado de Dios, de tu fin, de tu felicidad ... Dios no quiere que tengamos que sufrir esta pena inconsolable. Demos gracias a Dios que Jesús ofreció este abandono tan terrible por nuestra salvación y expiación. Gracias, Jesús, por tu inmensa ca– ridad. Adorámoste, Cristo, y te bendecimos, por– que por tu santa Cruz redimiste al mundo. ORACION Amantísimo Jesús, que por mi amor agoni– záis en la cruz añadiéndose dolores a dolores, añadiéndose sufrimientos a sufrimientos, y que además de los dolores del cuerpo sufriste tam– bién con infinita paciencia el abandono del Eterno Padre. Ten piedad de todos los agoni– zantes y de mí cuando me encuentre en aquel momento. Por los méritos de tu preciosísima - 366 -

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