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cayó de rodillas y le preguntó: "Maestro, ¿adónde vas?" Qua vadis? "Voy a Roma, a padecer y morir· de nuevo. El Apóstol entendió la lección. Regresó– ª Roma y estableció el Primado, y murió por Cris– to. En el lugar de la aparición se encuentra una Ca– pillita llamada del Qua vadis (vía Appia). Es ne– cesario llevar la cruz con Cristo y, si es necesario,. morir por El. Cuando San Gregorio Magno era secretario en la corte de Constantinopla y en el trono de Oriente reinaba el emperador Tiberio II, éste, pasando un día por un claustro estrecho y oscuro de su pala-– cio, vió en una lápida del pavimento, esculpida, una cruz. "Señor--exclam6--, nosotros nos signamos con la santa cruz en la frente y en el pecho, y des– pués la pisamos." Mandó quitar aquella lápida,. pero debajo encontraron otra cruz; después, una tercera, una cuarta ... , todas con el mismo signo. Cuando hizo levantar la séptima, se levantó de la· profundidad un resplandor vivísimo: había anillos: de oro, barras de plata, rubíes, amatistas, esmeral-– das, collares de perlas, un tesoro inestimable ... Esta leyenda del emperador de Oriente puede· ser un símbolo de la vida. Los hombres pasamos por el claustro estrecho y oscuro de esta vida tem– poral. Encontramos años dolorosos señalados con la cruz. Repetimos las palabras: "Nosotros nos sig– namos con la cruz en la frente y en el pecho, y des– pués te ofendemos, te maltratamos, te pisamos ... "· Procuremos llevar las cruces que Dios nos envíe· una después de otra, después de la última de nues– tra vida encontraremos un gran tesoro, no de per- - 300 -
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