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jó de mí todo consuelo que aliviase mi alma; mis hijos están desolados al triunfar el enemi– go" (6). 3. Regreso a la ciudad.-Ya estaba todo ,consumado. La sentencia, ejecutada. El cadá– ver, sepultado. Viene la oscuridad de la noche. María Santísima y las pocas personas que la acompañaban dan el último adiós al cadáver oculto bajo la dura piedra. Regresan a la ciu– dad deicida, se ven todavía las cruces sobre la ,colina, se observan las gotas de sangre del Rey Redentor. Con paso lento y triste semblante re– •corren la Vía Dolorosa, meditando los dolores del Rey de los judíos, crucificado por el amor de los hombres. María mira la ciudad y calla. Dentro de su corazón adora las divinas disposiciones y es– pera en las divinas promesas. Sigue con tu imaginación acompañando a la Virgen Dolorosa hasta la casa de Juan, hijo adoptivo, representante de la Humanidad redi– mida, discípulo amado de Jesús, que recibe el encargo de cuidarla como a Madre. Se despide de las mujeres que la acompañaban. Entra en casa de Juan como tórtola en su nido, donde llora y gime la pérdida de su Hijo, Dios y Hom– bre verdadero. Descansa, Madre del dolor, re– cuérdate que tu Hijo ha dicho: "Después de (6) Ibídem. - 295 -

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