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dio de su dolor. Esperanza que a los tres días .se confirmó con la realidad. 2. La separación.-No obstante esta con– vicción, María no pudo menos de sentir la se– paración, aunque fuera por poco tiempo. To– da separación entre amigos y parientes es do– lorosa. Considera la anciana madre que abraza a su hijo en Jos últimos momentos cuando par– te para la guerra. Su pena es indescriptible, porque es muy probable que no le volverá a ver más en este mundo. El emigrante que sur– ca los mares y va a lejanas tierras en busca de mejor vida experimenta una nostalgia profunda por la patria y por la familia. La joven esposa que pierde a su marido en un accidente auto– movilístico, en la plenitud de la edad y llena de esperanzas futuras, llora sin cesar por la muerte improvisa y la separación forzosa. ¡Cuán crueles son algunas separaciones! ¿Cuál no sería la pena de María, Madre de Je– sús, cuando una dura piedra esconde a su vis– ta el cadáver de su Hijo, al cual ya no puede ver, acariciar, abrazar, besar y estrechar con– tra su pecho? Podemos poner en sus labios las palabras de Jeremías: "Oh vosotros, cuantos por aquí pasáis, mirad y ved si hay dolor com– parable a mi dolor; al dolor con que yo soy atormentada" (5). "Lloro y manan lágrimas mis ojos, y se ale- (5) fer. Lam ., I, I6. - 294 -
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