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por la sangre de su cruz todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo" (9). EJEMPLOS: La muerte del justo.-Habiéndose desarrollado en París una epidemia mortal, fué llamado un Capu– chino a uno de los barrios más pobres de la ciudad para asistir a una víctima del contagio. Fué intro– ducido en una pequeña y pobre habitación de la planta baja, donde encontró un viejecito moribundo extendido sobre las pajas. Mira al rededor, no en– cuentra ni un mueble ni una silla. Todo se había vendido en los primeros días de su er:fermedad para pagar los gastos. Cerca del enfermo, en la pared, había un Crucifijo y un libro. Era el catecismo. Ad– mirado el sacerdote capuchino al ver t¡mta pobreza, le dijo: "Animo, amigo mío, el Señor te dará la gracia de salir de este mundo, donde has sufrido tantas penas." "¿Qué penas?", respondió el vieje– cito. "Se engaña, Padre, yo nunca me lamenté de mi suerte. La vista de este crucifijo y la doctrina y lectura de este libro me han consolado siempre. Con el honesto trabajo he ganado lo necesario para sustentar la vida. No soy rico, pero no me ha falta– do lo necesario. ¡Oh Padre!, cuán d·Jlce es la reli– gión que nos proporciona la fe, la paz y la espe– ranza de la felicidad eterna." El Padre capuchino, edificado de tanta resignación, dió gracias a Dios y (9) Col., I, 13-20. - 279 -
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