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COLOQUIOS De las llagas de Jesús corre la Sangre que redi– me y que va empapando la tierra para purificarla. Para completar el dolor fisico se añade el sufrimien– to moral de ser comparado con los ladrones. La mu– chedumbre, sin compasión alguna, continúa insul– tando y burlándose del Rey de los Judios: "¿Por qué no desciendes de la cruz y te salvas, como sal– vaste a tantos otro{?" Jesús mio dulcísimo, en el duro madero de la cruz te han clavado mis pecados. Pecados de sober– bia que te humillan, pecados de impureza que te flagelan, pecados de vanidad que te coronan de es– pinas, pecados de todo género que te maltratan. La Humanidad prevaricadora te da la muerte, pero tú le concedes la vida. Mueres para que vivamos. "Pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucifi– cado para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado. En efecto, el que mue– re, queda absuelto de su pecado. Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El, pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya dominio sobre él, porque muriendo, murió al pecado una vez para siempre; pero viviendo, vive para Dios. Así, pues, haced cuenta que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo f esús" (8). Jesús, que mueres por mi amor, dame la vida para amarte. Lávame, santifícame, sálvame. (8) Rom., VI, 6-11. - 277

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