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íiido hasta que se cumpla" (1). Próximo ya a la hora tremenda de los sufrimientos atroces, instituye el sacrificio eucarístico y dice a los Apóstoles: "Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros a n t e s de pade– cer" (2). Mi sangre será derramada por todos. Mi cuerpo será entregado a la muerte por la redención de la Humanidad. No puede haber un amor más grande que entregar la vida por el amigo. Me entrego y me doy al Padre por vosotros. Beberé el cáliz que me preparó mí Padre (3). Seré la víctima de los pecadores, cumpliré la misión del Padre. El fruto de esta entrega y de esta oferta al Padre es para salvarnos y santificarnos. "Cristo amó a la Iglesia, y se entregó por ella para san– tificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentarla así glo– riosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable" ( 4). Considera, alma cristiana, y pregunta: ¿Por qué sufrió tanto Jesús? Por tus pecados y por los de todo ,el mundo. ¿Para qué fin sufrió? Para satisfacer al Padre por tus culpas, para salvarte y santificarte. ¿Cómo sufrió Jesús? Intensamen– te y en todas las partes del cuerpo. No sólo en el cuerpo, sino también en el alma padeció amarguras, desolaciones, aflicciones, humílla- (I) Luc., XII. 50. (2) Tbd.. XXII. 15. 13) /oa,111 .. XVIII. 11 (4) Ep/2., V. 25-2i. 24 -

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