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de la ciudad tanto el sitio de la muerte como el del sepulcro, según el nuevo baluarte construí– do por Agripa I algunos años después de la Pa– sión, que abrazó el Calvario y una parte de la ciudad santa. Estaba sobre una pequeiia altura qua bastaba para poner a la vista de los tran– seúntes al condenado. El trayecto de la fortale– za Antonia o Palacio de Pilatos al Calvario no era tan largo, pero sí lleno de gente que había concurrido a celebrar la Pascua. Finalmente, Je– sús, después de las dolorosas escenas que he– mos descrito, llegó al sitio indicado pasando por la puerta judiciaria, por la cual debían pa– sar los ajusticiados en el Gólgota. Luego que aquella lúgubre procesión llegó al lugar fijado, despojaron a Jesús de sus vesti– duras, como también a los dos ladrones que le acompañaban con sus respectivas cruces. Dice San Juan que los soldados, una vez que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, ha– ciendo cuatro partes: una para cada soldado, y la túnica era sin costura, tejida desde arriba abajo. Dijeron, pues, unos a otros: "No la ras– guemos, sino echemos a suertes para ver a quién toca" (1). San Marcos dice que le dieron vino mirrado, pero no lo tomó (2). San Mateo, sin embargo, escribe que llegando al sitio llamado Gólgota, que quiere decir lugar de la calavera, diéronle (l) /oa1111., 19. 23-2·L (2) }!are.. XV. 23. 252 -

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