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son graves, impiden la perfección; si son leves, la retardan o hacen más difícil. En cualquier caso, el alma nunca debe ser pusilánime. Menos todavía abandonarse al pe– simismo y a la inacción. Con corazón contrito y humillado, con la confianza puesta en Dios, levántese y camine. Humillarse, pedir perdón, proponer y proseguir con más cautela nuestro camino. Aumentar nuestras fuerzas con la ora– ción constante, humilde y confidente. Mira a Jesús, que llama a tu corazón humillado y te dice: "Hijo mío, te perdono; dame de nuevo tu corazón y no me abandones. COLOQUIOS Jesús mío, yo te he ofendido muchas veces gra~ vemente en mi vida. Mis caídas son innumerables. Pero, aunque sean incontables, no quiero perder la confianza en Ti. No me desesperaré como Judas. Lloraré amargamente como Pedro. Aunque el cielo se oscurezca, arrecie la tempes– tad, se multipliquen las tribulaciones, pese la cruz de mis trabajos, no me desanimaré, y menos toda– vía dudar<! de mi fe. Clamaré confiado: "fesús, au– méntame la fe." No obstante mis culpas, la tibieza en tu servicio, las infidelidades a las gracias y a los beneficios, pro– pongo tener confianza en tus méritos, en tu gracia, en tu ayuda. Exclamaré con el Apóstol en medio ,de las tribulaciones: Todas las cosas puedo en - 247 -

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