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Redentor. Sin esa savia seremos sarmientos se– cos que no sirven más que para el fuego. Jesucristo es, pues, el ideal de toda la Hu– manidad, el ejemplar de toda virtud, el trasunto de toda perfección. En El han aprendido los sabios la verdadera ciencia de la santidad, se han inspirado los artistas y se han modelado los santos. Por El se han arrepentido los pecadores, en El se han mirado los santos, han trabajado los apóstoles, han muerto los mártires. Ante su imagen se han postrado los emperadores, los ri– cos y los pobres, los poderosos y los débiles. A Jesús claman el niño y el anciano, el justo y el pecador, la joven y la matrona, todas las catego– rías de personas miran al Dios Crucificado, por– que atrae todas las cosas a sí misno (10). Cristiano, mira a tu Ideal, a tu Modelo, a tu Ejemplar, y aprende las lecciones que te da desde la cátedra de la cruz; escucha el lenguaje mudo, pero elocuente, de sus dolores, de sus an– gustias, de sus tormentos, de sus oprobios. Me– dita en sus causas, sus motivos y consecuencias. Rompe tu pecho de dolor, humilla tu orgullo, convierte tus ojos en fuentes de lágrimas. El Apóstol de las Gentes reprendía a los Co– rintios diciendo: "¿Dónde está el sabio? ¿Dón– de, el letrado? ¿Dónde, el disputador de las co– sas de este mundo? ¿No ha hecho Dios necedad la sabiduría de este mundo? Pues vor no haber conocido el mundo a Dios, en la· sabiduría de /1 O) lb., XII, 32. - 21 -

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