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taron. Entonces dirán los montes: "Caed sobre nosotros", y a los collados: "Ocultadnos, por– que si esto se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué se hará?" (4). Cuando en otra ocasión lloraba sobre J,erusalén podía todavía redimirse y no llegar hasta la última iniquidad. Ahora, la medida está llena. La real Sión no encuentra ya misericordia, se endurece y se ciega. La Ciudad Santa será totalmente destruídas por los Roma– nos, y los hijos del pueblo elegido y predilecto andarán errantes y dispersos por el mundo, su– friendo ,el castigo merecido. 2. Llanto de las mujeres.-El fúnebre cor– tejo no se componía sólo de enemigos de Jesús y de curiosos. San Lucas hace mención de al– gunas piadosas mujeres de Jerusalén que llora– ban y se lamentaban (5). Según una prescrip– ción del Talmud, no se debía acompañar con el llanto a los condenados al último suplicio; pero aquellas piadosas y fuertes mujeres no hi– cieron caso de la prohibici6n, sentían una pie– dad profunda hacia el Redentor. Jesús, olvidando sus propios dolores, les di– ce: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llo– rad más bien por vosotras mismas y por vues– tros hijos" (6). Esta vez su voz parece severa y de terrible pronóstico, pero no se piense que Jesús quería reprender el llanto y la compasión /-!) L11c., XXIII. 29-31. /5) L11c.. XXlll. 2i. 16) L11c., XXlll. 28. - 236 -

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