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CAPITULO PRIMERO JESUCRISTO, IDEAL DE LA HUMANIDAD Dios, esencialmente bueno, amó al hombre desde toda la eternidad y estampó sobre su frente un ósculo de misericordia. Su amor ine– fable brilla en todas las obras que salieron de sus manos; pero resplandece con destellos sin– gulares en la Redención del mundo. La Humanidad culpable estaba herida de muerte, postrada ,=n el lecho del pecado; pero el Médico divino vino a visitarla, curarla y vi– vificarla con la celestial medicina de la gracia santificante. "Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos re– engendró a una viva esperanza por la resurrec– ción de Jesucristo, de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminada e in– marcesible, que os está reservada en los cielos a los que por el poder de Dios habéis sido guar- -- 17 - 2
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