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Quedó el sepulcro en poder de la soldadesca. So– bre la piedra pusieron los judíos el sello de su incre– dulidad y de su miedo. De su cobardía definitiva. "Reunidos los Sumos Sacerdotes y. los fariseos se presentaron a Pilato, diciendo: Señor, hemos ,recor– dado que a,quel embaucador, viviendo aún, dijo: Des– pués ele tres días resucito. Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro J1asta el día tercero, no sea que viniendo sus discípulos lo hurten y cli,gan al pueblo: Resucitó ele entre los muertos, y será el últin-~o enga– ño peor que el primero". Y se oyó un poco irónica e indiferente la voz del representante imperial: "Ahí tenéis ,guardia; id y aseguradle como sabéis. Ellos fueron y aseguraron bien el sepulcro, tras ele sellar la losa, poniendo guardia". ¡ Un piquete de guardias armados para custodiar a un muerto... !, bromearon los soldados. Y empezaron un programa de jarana y palabras gordas, para ter– minar en la modorra del vino y del sueño. De pronto despertaron despavoridos y restrega– ron sus ojos con la pesadilla alucinante de una apa~ rición. Hubo un rumor sordo en las entrañas de la tierra. La sacudida fué tan imponente que retembló el corazón vegetal del paisaje y se abrió el sepulcro para dejar paso a Cristo glorioso en el amanecer de su Resurrección. Los soldados cayeron en el suelo presa de un des– mayo mortal. Y apareció un ángel recortado en la 95

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