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te... De vez en cuando hiende el aire la voz seca del pregonero que grita la sentencia de muerte. Piafan ar– dorosamente los caballos que pisan el suelo con un ruido estrepitoso de cascos y de ecos... Jesús nci puede más... Tiene que ayudarle a llevar la cruz un campesino que baja del monte y se encuentra con el espectáculo extraño. Sudoroso, jadeante, agotado..., sigue Jesús su Vía-Crucis. Ya no va solo. A su lado, el Cireneo, solícito y humano. Adivina muy cerca los ojos bellos de María, grandes y misericordiosos. La mirada de la Madre es suave como una caricia, pero le aflige por– que sufre por El. El ejemplo de María es eficacia apostólica y sus– cita un movimiento .de amor y compasión en torno a Jesús. La Verónica pasa un lienzo fino por su rostro y en– juga su sudor y sus penas. Un grupito de mujeres llo– ra amorosamente a su paso. Jesús triste, desnudo, y ultrajado... Se olvida de su sufrimiento y regala a las mujeres buenas con su palabra de acentos inéditos: "No llo– réis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos... " Y, angustiado con la visión trágica del pecado y de la muerte, cayó con estruendo en el monte Calvario, reseco y abrupto, bajo el agobio de su cruz martirial... 77

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