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Jesús triste, desnudo y solo... La cruz a cuestas... Magullado por los azotes y desangradas sus venas, es presentado al pueblo. Un gesto de piedad por parte de Pilato. El gobernador ro– mano quiere salvar a Jesús de la injusticia, siendo él el primer conculador de la justicia al azotar al ino– cente: "Ved aquí al Hombre", les grita, para con– moverlos, desde la altura del pretorio. Pero el pueblo no tiene entrañas de humanidad y su grito, alargado por miles de gargantas roncas, ahoga las palabras del Procurador: "Crucifícalo, cru– fícalo". Y Pilato: ¿ A vuestro rey 1he de crucificar? Ahora contestan los pontífices nada más, con su lenguaje diplomático y frío. Odian al César romano y a su re– presentante, que esclavizan a Israel, el pueblo esco– gido. Con todo, se parapetan en un motivo patriótico para haiagar a Pilato y atemorizarlo con la insinua– ción de una denuncia: "Nosotros no tenemos más rey que a César"... Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Empieza el Vía-Crucis... Jesús mismo lleva sobre sus hombros el instru– mento de su suplicio: una cruz tosca que lo abruma de fatiga y soledad. Camina lento y grave con sus ojos hundidos en el polvo y en los guijos que lasti– man sus pies desnudos. Ha caído ya bajo la pesadez de la cruz. El látigo ha desgarrado su carne. Todavía 75

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