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Los azotes desgarraron el cuerpo casto de Jesús. En su carne de lirio había círculos amoratados, hin– chazones y magullamientos con sangre seca. Es.taba lívido y triste. Una pena honda asomaba al dintel de sus ojos, ensombrecidos y cansados. Sus labios, dolo– rosamente entreabiertos, sin aquel gesto suyo de va– lentía y bondad. No era ya el 'joven esbelto y grácil como la palme– ra en la desnudez de su adolescencia. El .martirio de la flagelación había pasado como un huracán por la inocencia de los huertos en flor, ultrajando su be– lleza y su juventud. Era una imagen derrotada. Su perfil se adentraba en el alma con la crueldad de un crimen. Pobre Jesús, triste, desnudo y solo... Lo bajan de la columna y cae pesada.mente al sue– lo con una conmoción dolorosa de miembros rotos y desconyuntados. Sus sienes laten violentamente he– ridas por las punzadas de la fiebre. · Por lo menos ahora lo dejarán descansar... Pero, ¡ aún no! Los soldados tienen ganas de divertirse a su costa y meditan nuevas ofensas cada vez más salvajes. "El rey de los judíos... ", gritó una voz gorda de vicios, y el aire vibró sacudido por .mil carcajadas de aplauso. ¡ Mirad, mirad, qué facha de rey... ! Y seguían las carcajadas y el odio, añadi_endo algún nú– mero brutal al Vía-\Crucis de Jesús. ¡ Esto no puede ser. Rey de los fudíos y sin coro– na real! A buscarla. Y se alejaron veloces unos sol- 71

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