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S,olo Simeón recogió el inmenso haz de anhelos me– siánicos de su pueblo y cantó mágicamente la gloria del Salvador. Simeón y Ana, la profetisa de alma mi– sionera, que se fué hablando a todos de Jesús. Faltaba un número a la profecía de Simeón. Y lo dedicó a la Madre del Niño. "Puesto está (Jesús) para caída y levantamiento de mudhos en Israel y para blanco de contradicción: y una espada atravesará tu alma, para ,que se descubran los pensamientos de mud10s corazones". María sintió la punta fría y cortante de un puñal que taladraba cruelmente su carne e iba a clavarse en su corazón. Y reprimió un grito angustioso: Tenía que tratarse de Jesús. Ya no vivió sin dolor, con el presentimiento de al– gún pel~gro nuevo para su Hijo... 41

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