BCCCAP00000000000000000000736

Al fín, ¡ qué claro todo! María era el tallo que envolvía la flor. Ahora que Jesús nació entre villancicos de ángeles y pastores, el tallo tiene otra finalidad. Es casi un pretexto para resaltar la gracia exquisita del Hijo. En la ley mosáica se preceptuaban algunos ritos para lavar la impureza tegal de las madres. María era purísima, con pureza más que de brisa mañanera, más que de flor intacta, más que de estrella y más que de arcángel. (Murillo, Ribera...). La presencia de Jesús en su corazón glorificó su limpieza con pinceladas inéditas. No obstante, "cum– plióse también para María el tiempo de la purifica– ción". Aquella ley no era para ella, pero María se humilla y cumple la ley como la última aldeana de su pueblo. Lleva en sus brazos a Jesús y lo mira con embe– leso. Es su Hijo y su Dios. Por eso al posar en El sus ojos, lo besa y lo adora. Y llega al templo. El sacerdote hace una vez más el rito de la purificación con una as– persión de sangre. María entrega su ofrenda de pobre por el rescate: dos tórtolas o dos pichones. Por esta vez es un rito meramente externo: los pichones, las tór– tolas y todos los sacrificios judáicos son una figura– ción de Jesús, víctima de todos los pecados del mundo... Sol'o un anciano de barbas venerables y ojos pacífi– cos comprende la trascendencia de aquel instante. Coge al Niño en sus brazos y, alborozado y pleno del 39

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz