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2 Caminan hacia Belén los jóvenes esposos. José y María se miran con ese amor que es trans– parencia y sinceridad de almas buenas... De pronto, recortada en el azul del horizonte·, la gracia femenina de la ciudad de David. Belén con ca– sitas blancas como palomas que les dieran la bienve– nida... En la ciudad, un ambiente de algarabía y tu– multo. Ese ambiente típico de población en día de mercado. Numerosas caravanas de extranjeros po– nen un fondo chillón en la ciudad regia y antigua. Gritos roncos de personas que quieren entenderse por encima de otros gritos con el aposentador de cara– vanas... Le llega el turno a José, el carpintero de Nazaret. Está lleno de congoja por la situación de su bellísima esposa. Suplica humildemente un albergue apropiado para María, pero... "no <ha1hía lugar para ellos en el mesón" . La negativa taladra en lo más sensible el corazón enamorado de José. Va a clavarse en su amor a Ma– ría, la aurora que empieza a iluminarse con la caricia blanda y soñadora del sol adolescente y temprano... Una gruta dura y fría les protegió de las incle– mencias invernales. Y "estando allí, dió María a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en unos pañales y lo acostó en un pesebre... " 3 Ha nacido el Redentor... Lo ha dicho el ángel, despertando a la noche con sus voces de júbilo. Son testigos los pastores que 34

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