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1 En el silencio de Nazaret se oyen voces duras y tumultuosas. La noticia se desparrama enseguida por !a mínima aldea. Y lo cuchichean las viejas con gran misterio, después de haberlo oído gritar junto a la fuente. -¿No sabéis lo que pasa? Dios nos proteja de la nueva vejación e injusticia de los gentiles. Los roma– nos van a contarnos como a reses de ganado para ver los que somos. Después ¡qué se yo lo que harán con nosotros... ! Los hombres elevan también su protesta hacién– dose .los valientes a espaldas de los empleados impe– riales, pero de sobra saben que cuando Roma habla tienen que obedecer a todos sus caprichos. Ahora el Emperador romano Augusto había pro– mulgado un edicto en que ordenaba un empadrona– miento general. Cada ciudadano tenía que dar su nom– bre al registro del pueblo natal. La noticia llegó a José, el esposo de María. Los dos pertenecían a la familia de David. E hicieron su viaje a Belén por el camino de Jerusalén, entre oli– vares gloriosos de sol y montañas peladas con barran– cos y torrenteras... Parada en Jerusalén y visita obligada al templo, conforme a la ideología oriental judía. Nadie reparó entonces en María, que era el sagrario vivo de aquel templo. Pero Ella sentía que el capullo divino que la– tía en su corazón estaba a punto de reventar en una flor inmensa... 33

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