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Y un azucena! inmenso y unánime: Reina de las Vír,genes. Palmeras verde-azul en cielos sin ocaso: Reina de los mártires. Pupilas llenas de visiones y expectación: Reina de los patriarcas y profetas. Palabras ardientes y geografías para Cristo: Reina ele los apóstoles. Luz de fé y reciedumbre de adoración: Reina de los confesores. Niñez, juventud, madurez, senectud. En todos los rostros y en todos los colores. Rosario único con plu– ralidad de ritmo y latido: Reina de tocios lo,s santos. AVEMARIA a la Reina de toda la creación. El lirio y la azucena, el niño, el ángel y el hombre, el mar y las palmeras se glorifican de Avemarías... Toda la creación mira a su Reina. Casi únicamente por .el placer espiritual de su mirada. Por su belleza. Por ser Ella. La aman todos los bienaveturados. La ama, sobre todo, Dios. Dios, trinidad de personas en unidad adorable de naturaleza, la contempla con be– nevolencia. El Padre le regala con una herencia mag– nífica de gloria y de santos. El Hijo brilla como una gema exquisita en esta corona de santidad. El Espí– ritu Santo inunda el cuadro con el rumor de sus alas blanquísimas... Igual que en la "Anunciación", en Nazaret, linda como una "flor inmensa con la corola vuelta hacia el cielo..." Se organiza una procesión por las avenidas del cielo. En el sitial de honor, ni ángeles, ni profetas, ni 122

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