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Libia, que confina con Cirenc: Romanos y juclío•s y prosélitos, cretenses y árahes, "todos oyeron la glori– ficación del Señor en su idioma nativo". Pero... ¿qué pasa?, preguntaba el asombro, sin es– cuchar otra respuesta que la de su eco. j Acabáramos... ! decían algunos con una risa sarcástica : Estos hombres están terriblemente borrachos... Sobre el sarcasmo y el asombro se irguió la figura venerable de Pedro. Ya no era el pescador pronto a la bravuconada. Había algo especial en sus ojos que glorficaba su vehemencia con un gesto manso. Hizo un ademán al aire con su mano callosa para imponer su voz y habló a todo el gentío sobre la realidad de los hechos. Su voz viril era rápida e insinuante como una ola en el acantilado. "Judíos y todos los habitantes de Jerusalén, oid y prestad atención a mis palabras. No estamos borra– chos, como suponéis, pues es aún muy temprano... Pausa. Se palpa el silencio en las pupilas expectantes. Y Pedro: "Lo que pasa es que se •ha cumplido el va– ticinio ele Joel: Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi es.píritu so•hre toda carne y profetizarán vuestros u1ijos s vuestras hijas y vues– tros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos so– ñarán sueños. Y sorbre mis siervos y so·bre mis siervas derramaré mi Espíritu y profetizarán. Y tocio el qu~ invocare el nombre de Dios será salvo". Pedro crece por momentos en la mañana espiritual. Sus ojos miran magníficos en un diálogo invisible. L'\ brisa juguetea lírica con sus cabellos... Es un instante. Cristo pasa a primer plano con su Cruz y su Resurrer~ ción: "Varones israelitas, escuchad estas palabras; Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vos-– otros con milagros, prodigios y señales, que Dios hizo por El en medio ele vosotros ... (Atención tensa en ~1 109

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