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siempre lo mejor. ¿Qué destino mejor que ponerse en sus manos. -Me gusta pensar que eres Reina. Con todo me atrae con insistente llamáda tu misericordia. Te hce más nuestra ser misericordiosa. ¿No eres Tú misma la Madre de Dios porque «hizo en ti grandezas e'l Poderoso»? -Sí. Lo dije con santa impaciencia eri el «Magnificat». - Y lo proclamaron los hombres, tus hijos. ¿Recuerdas aquellos versos de lira franciscana, donde se enaltece tu Purísima Concepción? Son deliciosos. Nos gustaría repetírtelos con frecuencia. Dicen: «Esta_ Niña celestial, entre todas escogida, es la sola concebida sin pecado original». -Sí, los recuerdo. Son unos versos hermosos, de verdad. Mi vida fué así desde el principio, en virtud de sus méritos. Todo me vino por El. -Señora, nosotros te amamos. Eres la alegría de la humanidad. Gloria del linaje humano. Con– fesamos con santo orgullo que eres fa mujer ben– dita entre todas, que la nieve se avergüenza ante 97

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