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nacéis desde nmos. He estado presente en todas. las ornsiones solemnes de vuestra vida. Me amáis desde el uso de la razón. Y aún antes aprendísteis a llamarme hermosa, llena de gracia, purísima.. Mi «historia» en el. monte no empieza aquí. Ya me vieron como una aparición aérea en el monte Carme'lo. Luego me presenté a los españoles, jun– to al río, sobre la piedra. Aquí vivo también sobre la piedra. Me esculpió un monje ignorante que tenía una brasa en el corazón. ¡Oh!, no es nombre célebre. Era sencillamente un hijo mío. Porque me amaba le concedí la gracia de vivir oculto. De vivir con los hombres habría tenido que perder el tiempo con ellos. Todo el perfume de mí lo con– servó intacto porque no tuvo que compartirlo. No se le fué nada de Dios por los labios desparra– mados. -¿Qué eres Tú para los hombres? -La cosa más sencilla para una mujer. Soy su Madre. Vivo para los hombres. Sufro por los hombres, intercedo por ellos. . . .y ellos ¿lo saben? ¿Te lo agradecen? Una mujer es madre por instinto, por sentí~ miento, por fidelidad a su misión. No obra por motivos ajenos. No busca compensaciones. Sin embargo me gusta que los hombres me amen. Y 95
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