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Este monte lantano sirvió hace milenios para pedestal de los dioses. Los dioses antiguos exigían vidas humanas. El hombre temía a sus dioses. Cuando rugía la tem~ pestad el hombre se dejaba vencer del temblor telúrico. E iba a preguntar a los ídolos su volun– tad, Los ídolos fueron siempre crueles. Pedían por boca de sus sacel'.dotes la vida buena, el bienestar. Y, de cuando en cuando, el crimen. Este monte estaba poblado -dicen- de genios temibles. Nadie se arriesgaba en la soledad. Y crecían y cantaban libérrimamente las perdices, los conejos y las cornejas -:-aves agoreras de la noche-. Los poderes teúrgicos le quitaron al hombre el mejor regalo de la vida: el mOnte. Hasta que llegó Cristo. Cristo llegó a este monte serrano en las primi- 93

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