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nes, pero este avance se queda siempre un poco rezagado. No somos profetas ni videntes. Somos «cronistas», es decir, «historiadores», narradores vuilgares ·de hechos que sucedieron. La «noticia» de última hora pertenece físicamente al tiempo muerto. A pesar de esta herencia humana, podemos afirmar las grandes constantes de la vida humana. El hombre es suma del hombre. Y toda la vida humana cabe en el corto espacio de un corazón y en I,a trayectoria breve de un día. Dijo el autor inspirado que fué lo que es y será lo que es. Un drculo que nos hace mirar el universo con ojos de lince para no caer en la estupidez de la soberbia, la actitud menos inteligente del ser hu– mano. Estos niños sentirán el «peso» de la vida. Vivir, en conformidad con los cánones de la ética cristiana, no es ningún deporte. No oabe duda que se le puede imprimir un «carácter deportivo» al vivir ·en Dios. Pero hay que pasar antes por el trillo y la violencia. Porque sólo los esforzados conseguirán meterse en el cielo. Lo ordinario es que el hombre no sea heroico. Y lo ordinario tam– bién que el hombre quede vencido por el peso de los institntos y de los pecados. Esta es la tragedia. El servicio a las pasiones supone a la larga una 88
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