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Lector, ya sabes cuál digo. Si vas a una pobla– ción gallega, a una villa limpia, a una remota al– dea perdida encontrarás el crucero del puebilo. El más de todos, de todos los cruceros. Como el bos– que comunal o el iglesario hay una imagen levan– tada sobre el monumento de piedra. Y es del pue– blo, bien heredado por derecho inmemorial. Si, al , principio, estuvo en una posesión privada, el pue– blo al hacerlo suyo, rompió sebes, muros y pro– piedad para tener más cerca la imagen del Señor o de la Virgen. Ante este crucero rezan los niños. A primera vista parece una paradoja el mno ante 1a cruz. En efecto, el niño es tierno, sencillo, dulce, La cruz es astillada, fuerte, amarga. Sin embargo, existen notas comunes -que acercan a los niños hasta la cruz. ¿No dijo Cristo: «Mi yugo es suave y leve mi carga»? ¿No invitó Jesús a los afligidos, a los pesarosos, a los desheredados pa,ra que vinieran a El en busca de paz y quietud para sus a1lmas? El caso es que los niños aman la Cruz. Tie:r:ren abiertos los ojos del sentimiento y captan 81
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