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mos. A pesar de todo, la orientación de las almas tiene como centro indiscutible el Crucero. Así se ha formado esta piedad robusta de los aldeanos. La vida es sobria, con lo necesario para cumplir cada uno su misión en 1a vida: engendrar hijos para Dios y sacar de las entrañas del campo el pan de cada día. Lo demás es un lujo innece– sario, casi pecaminoso. Esta tierra parda ha dado a la patria corazones de granito. Hombres de cuer– po entero. Robustos para sostener el coraje hasta la muerte. Dóciles, para admitir su porción de tra– bajo a 1 l sol y al viento con gratitud. Y cordialmen– te buenos, porque en la aldea del crucero todos tienen apellidos familiares. La fraternidad se ha heredado de generación en generación con las fin– cas y los aperos de labranza. El porvenir presenta siempre problemas. Es preciso torcer el futuro con una interrogación pa– ra que nos muestre su rostro. ¿Cuál será el futuro de esta aldea? ¿Seguirá, pór ley de ''civilizadón, ·el riimo violento de la historia en ·esta hora del mun– do? Vendrá el enemigo con divisiones y guerras. Los hombres sentirán la sacudida de las turbacio– nes carnales, acercadas por la radio y la TV. Es. posible todo esto. Pero mientras exista el Crucero, la última palabra la dirá Cristo. 77

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