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les o de esclavas. Un grupo de hombres honestos quieren que se sepa todo el crimen de señorones bien vestidos que tienen costra de sangre fraterna en sus manos torpes. . . . ¡si se juntara todo el sufrimiento humano! Tú ya has sufrido bastante. Pero no es hora de la– mentaciones. Hay que empezar de nuevo. Que brote la mirada de Cristo en tus ojos. ¿Cómo? Lim– piando tus ojos del polvo de fos caminos hasta que se vea puro, alto y sonoro, el cielo. Sí, debajo de aquella costra renegrida, debajo de aquella sangre coagulada, está Dios esperando. ¿No ves que tu dolor es baldío si no te unes a Cristo? La eternidad -esa verdad tan sin fronteras– depende del cuidado de esta imagen en tu alma. Si llamas al Paraíso y dices: «Vengo yo» -enton– ces estás perido. Pero si dices: «Llega Cristo» -las puertas se abrirán· de par en par y saldrán a espe– rarte los ángeles.

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