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cantores. Cruz escueta. Cruz abrupta. Para que cada cristiano vea en ella su propina cruz. Nada de barroquismos anacrónicos ni de simbologías re– cargadas. La Cruz no necesita adornos. Mientras más sola, fuerte, dura y fea más parecido con la verdadera cruz que cargó Cristo sobre sus hom– bros. Me dan ganas de trepar a la columna y tirar– me a rio 'largo de este leño rocoso. Porque todo cris– tiano -y yo, Señor, lo soy- debe hacerse a la idea de que la cruz es para él algo así como una herencia «forzosa ». Le ha tocado en suerte el más codiciado tesoro: una cruz de piedra. Así, acen– tuando la fortaleza, para afincar el corazón en un suelo firme, macizo, eterno, con la esperanza de abrazar a Dios. La imagen de este crucero no la ha borrado el tiempo. Ha sido Dios para manifestarte que te espera en ella. ¿Te parece poco regalo el «instrumento» del amor de Jesús? ¿No ves cómo guarda más ga– lardón para los predilectos, para rlos que le siguie– ron sin un titubeo, sin un mal pensamiento contra el amor? Y, ya ves, les da mayor cruz. La vida se transforma siguiendo la vertical de la Cruz donde ama el Cristo. 54
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