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Los antepasados se pararon reverentemente ante esta piedra. Nuestros propios padres rezaron devotos ante ella. Después de la ferial jornada, al bajar la indinada ,ladera, descansaban un rato. Y los días festivos se reunían los hombres -la camisa recién lavada y el grueso pantalón de pana- a la som– bra del Crucero. Era para decirle el afán y la ale– gría al Señor. . . . pasaron los años. Y la piedra empezó a res– quebrajarse. Cada invierno le robaba a la piedra un poco ·de humanidad; Los rasgos empezaron a perder volumen y concretez. Como si la lepra se hubiera saciado en la piedra. Ahora ha desapare« ddo el Cristo. La arenisca despedida en brazos del viento quizá sea limo fecundo para las cosechas campesinas. La lluvia empezó a lamer poco a poco los brazos, los pies, el costado. Y a no ·queda más 51

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