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La aprendimos de niños. Luego, nunca se des– prendió de nuestra memoria. Y gana cada día ·en emoción porque no es un recuerdo de hechos pre– téritos. Es historia sagrada que se renueva en los corazones cristianos, en virtud de esa presencia de amor con que Dios sacude a los hombres de fe. . . . era la · noche del huerto. Por la primavera, excitante y olorosa, se des– lizó con su boca negra el crimen. Jesús sintió una opresión fuerte en su pecho. Tanto pecado de con– tinente á continente, de nación a nación, de hom– bre a hombre. Y El había dicho que sí, que ven– pría para ser libertador. Y tenía un programa lar– go, alucinante, de liberaciones: libertad pélra los sucios de corazón, para los encadenados a,l odio que es un homicidio, para los esclavos de todos los crímenes imaginables. _La visita del ángel le encon– tró a Jesús llorando de pena. Y su dolor era tan intenso que, por el esfuerzo y la valentía, las lá– grimas 1e herían en la carne como el trallazo de los verdugos. Y lloraba sangre. Parecía su sangre a una flor roja, pisoteada por los brutos que no entienden de belleza. La verdad aquella que apun- .taba Pablo de Tarso sobre la ignorancia y la insi– piencia de los mundanos cuando de Dios se trata. 43
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