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pasiones con la medida justa de la razón y de la de– voción. Que sean como golondrinas, que cogen el ba– rro blando para hacer su nidal caliente. Mientras ·que las aves de rapiña buscan la carroña para cebarse en ella. Fíjate qué diferencia. El cerdo hoza en la suciedad y chapotea en el barro. Las golondrinas se sirven del cieno para hacer su casa. Igual tú. Puedes convertir la pasión en una manada de cerdos feotes. Sin embar– go es más delicado -y más delicioso para el cristia– no- ser como las golondrinas: no rozar el fango sino para purificarlo. ¿Recuerdas el "Romance de los siete pecados ca– pitales"? Es una canción llana del corazón. Y un poco la "historia" trÍigicá de la humanidad. Estos siete toros sueltos son las miserias del hombre. No es comprensi– ble la verdad del crucero hecho a golpe de hacha y de sudor sin esa lucha emocionada. La mentira y la duda del corazón está en el reborde rebelde a la modelación y eri el" tfonco' rugoso · y mohoso ya. "Lee en . alta voz aquellos versos que parecerán excesivos al ángel y al niño: "Prepara tu mariposa de sed y luz para el juego, sácale filo a tu espada con pedernales de miedo. ¡ Fina viene de pitones la luna de un mal deseo! ¡ Brava corrida, la tarde aquella de mi tormento! Yo sólo con alamares y seda morada, en medio. Yo con la espada y la duda. Contra mi, siete deseos. 16

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