BCCCAP00000000000000000000735

cero huele siempre a Dios. ¿No ve usted ese otro cru,– cero de madera? Huele lo mismo. Cuando se dedica la vida ·a hacer cruceros le rezuma a uno Dios por to– dos los poros. El crucero está hecho para eso: para colgarse del cielo, azul o nuboso, triste por la invernada vehemente o alegre por el primaveral latido. Lo mismo da, siem– pre que se vea el cielo. ...no, no es igual. Una pintura, una acuarela, un verso puede hacerse para matar el tiempo o en busca del goce estético. Cualquier diletante es capaz de en– sayar un cuadro marino, con gaviotas transparentes y gamelas mínimas. Un crucero no sale si antes no se ha puesto uno de rodillas y besado con humildad el polvo, la roca, todos esos seres bellos que Dios regaló al hombre como alivio y ternura para el camino. Quien quiera hacer cruceros debe tener sangre de elegido en sus venas. Y o diría que existe una vocación de "cru– cerista ", igual que hay vocación de militar o de monje. Esta enaltecida vocación se rige por ordenanzas de una estética sobrenatural que se conservan de gene– ración en generación para reglar el espíritu. ...nadie puede expresar el misterio, si no ha ado– rado de 1·odillas a la divinidad. El profano no sabe co– ger el pulso ele la piedra, porque la piedra no obedece más que al latido apresurado de la devoción. Un hom– bre innoble puede crear piedras retorcidas, pero le fal– .tará siempre el misterioso halo que diviniza. Quien quiera labrar la piedra y hacerla sumisa y dócil como la cera de los colmenares debe someter su corazón a una cura de limpieza, perdón y gracia. Porque, ¿cómo va a expresar la limpieza quien no es limpio? ¿No es un pe– cado celebrar el perdón cuando el furor diabólico im– pide la entrada de la amistad en el corazón airado? El hombre en pecado debe dejar sobre el suelo, tirados 14

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz