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extingan. El cielo es la explicación de mu– chas cosas inexplicables de tejas abajo. La cruz es áspera como una fruta verde, por la parte de fuera. Quien no le haya quitado la corteza no conoce sino el «fantasma» de la cruz. Para gustar su sabor hay que quitarle la cáscara exterior y chupar su medula. Para conocer el valor del sufrimiento es necesario sufrir con grandeza de voluntad y con resignada aceptación piadosa. Hasta que el sufrimiento s.e convierta en una especie de obligación de amor. La vida de· los santos está marcada de cruces. Por eso dieron con tanta seguridad en el blanco de Dios. Los cami– nos crucificados van a parar al Crucifijo. El Crucero de la misión de Meder cambió un poco el estilo misional. La cruz está hecha a la medida del amor de Jesús. La finalidad de esta cruz es reavivar la memoria de las palabras y de los hechos del Maestro, predicadas por los misio– neros. El centro de la Cruz es Cristo que se pre– senta como Camino, Verdad y Vida. Los novísi– mos no tienen más horizontes que los señalados por Cristo. Es preciso escuchar a Cristo que va a descorrer el velo de la vida, de la muerte del jui– cio, del infierno y de la gloria. Quien lo escucha llega a asegurar su salvación eterna, porque escu- 155

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