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El pueblo ha escuchado la doctrina evangéli– ca del alma. La razón de ser del hombre en la vida. El valor de la salvación. Esas iniciales re– saltadas, hirientes, ciertas son como la campana de Dios que invita a reflexionar. M. Recordatorio de la gran realidad diaria. La muerte que tala hombres, igual que tala el huracán los árboles en el bosque. La tem– poralidad es el mar que rodea la pequeña islita de nuestra vida terrena por todas par– tes. Somos islas que un día se desvanece– rán en el mar de Dios, eternidad inmedible. J. En la misma línea horizontal de la muerte. l. A continuación de la muerte, la ·presencia de Dios «que escudriña los corazones y los riñones». El juicio es el triunfo de la belle– za, de la limpieza, de la justicia. Nada de apariencias ni de disfraces, ni de carnava– lada. Las cosas como son. Sin impureza de apreciaciones subjetivas. A Dios lo de Dios y al César lo del César. Urt juicio imparcial 7 sereno, noble. Sin lugar a recomendaciones ni a sobornos. Abajo, porque la pendiente del v1c10 es fá– cil. Abajo para pisotearlo con las virtudes 153
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