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encontró unos clavos gigantes. Sólo verlos escalo– friaba la mirada. Daban tanta sensación de ver– dad que el buen hombre no tuvo valor para re– macharlos y buscó un instrumento fino para ha– cer previamente los agujeros. Es fácil que lo hi– ciera inconsciente, pero yo vi en el fondo de sus ojos que era por caridad. Los clavos aquellos, que se hundieron como espadas en las manos y pies de Jesús, debían ser como éstos. No hay que olvi– dar que los hombres pueden ser crueles hasta la insensibilidad. Y la historia de Cristo no habla de verdugos diablos, habla de hombres de carne y hueso que se convierten en fieras ante la sangre que corre. Es verdad que los enemigos del Señor vivían poseídos de un odio intenso. Que el enemi– go les acompañaba en la cruel tortura de Jesús... Y todo esto se expresa con un nombre: Cruz. Cada vez que los paisanos besen la cruz mi– sional recordarán al vivo que morir por el hom– bre no fué un gesto deportivo. Verán la verdad que es más hermosa: El rostro de Jesús quedó afeado y humillado por el pecador. La cruz misional que se deja como regalo y advertencia ,para el pueblo, suele ajustarse a un modelo tradicional. En los cuatro extremos figu– ran las iniciales de las verdades eternas: 152
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