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a la vista. El tronco es feo, inarmónico, ingrato. El artista ha querido dar la impresión de fracaso redondo, de agónico temblor, de trance mortal. Algo que haga imaginar la actitud de Jesús al ver– se obligado a tomar nuestros pecados. A un mal– hechor, responsable y ajusticiado, no se le impone una corona. Se le sanciona con un tormento. Y sa– bemos que Cristo se hizo responsable de los peca– dos del mundo. Lo dice San Pablo con una frase aristada: «Al que no conoció el pecado le hizo pecado por nuestro amor». La cruz no tolera interpretaciones apócrifas. Y si es posible, debemos presentarla como es, en su innegable transcendencia espiritual. Como cruz. El artesano de aldea ha dejado los nudos salientes sobre la corteza agrietada. ¿Creéis que los verdu– gos tendrían tiempo de mullir la madera para que los reos tuvieran más comodidad? ¿Es verosímil este rasgo de compasión y de caridad? Probable– mente no. Quizá buscaran a propósito el árbol más .duro, el árbol espinoso, por divertimiento. Y en el caso de Jesús había que extremar el lujo de las burlas, tal como lo dice la historia. Los clavos de la cruz misional no están pin– tados. Los clavos con que abrasaron la carne de Cristo eran negros, crudos, crueles. El artesano 151

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