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Al final de las Misiones populares se deja una Cruz para recuerdo... Hay varios tipos de cruz misional. En el fon– do -por encima de los gustos personales- lo que importa es la Cruz. Pero dice bien el gusto esté– tico y Dios es tan condescendiente que nos deja en libertad para ilusionarnos. Uno piensa que el arte es un don del Señor, que loado sea. Las cruces de mármol, trabajadas con primor, no me inspiran. Son una interpretación pobre de la verdad de la Cruz que, de suyo, quiere afrenta, retorcimiento, infamia. Era el instrumento de tor– tura de los malhechores. Y con un ajusticiado n~ se anda en contemplaciones. Claro que la cruz se ha convertido en la más vibrante probación del amor. Y el pueblo cristiano ha ido poniendo sobre el dolor de Cristo todos los atributos del culto. Des~ de esta perspectiva, las piedras preciosas, el es- 149
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