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,entrada al sepulcro. Y ordena que despejen la -cueva. No importa que haga cuatro días que duerme. Dios puede despertar a un muerto el día primero y el quinto y el final. Jesús eleva los ojos al cielo. .El dolor le tiembla en los labios orantes. Luego dice, sencillamente: «Padre, te doy gracias, porque me escu– chaste. Yo bien sabía que siempre me escu– chas, pero lo dije por la multitud que me rodea, para que crean que Tú me enviaste». La fe y el amor han obrado el milagro. Porque lo manda el Señor, Lázaro sale afuera vivo, sensi– ble, resucitado. La muerte es un «hecho». El pecado desordenó la creación. Y como estipendio del pecado hizo su aparición en el mundo la muerte corporal. Sin em– bargo, el cristiano espera en estos brazos abiertos del Crucero que vela. Y, a veces, el amor es tan grande que nace el deseo de «ser disuelto para es– tar con Cristo». Y se ha dado el caso espléndido .de Francisco de Asís que hizo unas coplas a lo di– vino donde se alaba al Señor por «nuestra herma– :na, la muerte corporal».
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