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renglón seguido, aclara: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros, para que creáis». El encuentro se repite con María: María es contemplativa y se ha dejado sumir en un recogi– miento doloroso. Su reacción ante Jesús es la mis– ma de su hermana. Tiene fe en la mistad y en la bondad de Jesús. Sabe por experiencia que Jesús llega siempre a tiempo. Sólo que esta vez... Y las lágrimas denunciaban la hondura de su tristeza. -«Si hubieras estado aquí, mi hermano no ha– bría muerto». San Juan narra con una unción religiosa este pasaje. Se ve que le impresionó la cortesía de J ~sús, su condescendencia, su pura sensibilidad. Y nos retrata al Maestro con una pincelada estupen– da de humanismo. Jesús -dice- «se conmovió interiormente, y se conturbó». La amistad de Jesús tiene ese delicioso sabor de solidaridad, compasión y ternura de nuestras amistades mejores. Y nos gusta verlo vibrar con estas cosas de nuestro mun– do. Y es que estamos acostumbrados a contemplar a Jesús excesivamente lejano, olvidando que es -a la vez que Dios verdadero- hombre perfecto. Jesús «conmovido y conturbado» se dirige al cementerio, ora y llora. Observa la piedra de la 144
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