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promesa. Un dío te dirá el Señor: «Tu hijo vive». No olvides que la muerte es un sueño un poco más largo y más tranquilo del cual se despierta siem– pre. Porque un día dará El su voz a los cuatro pun– tos cardinales y con su mano excitará a los hom– bres del sueño. La esperanza es bella. No apoques tus anhelos y elévate al ritmo de Dios. Dile en esta hora del tiempo amargo la plegaria recia de la fe: «... que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de estos sentires que tienen sabores de eternidad. .. »

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