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La vida es tránsito hacia la muerte. Y la muerte, preámbulo de la vida. Mientras contemplo este retablo dolo::-ido, la vida canta su copla interminable. Abajo, a unos pies del tronco de este crucero, lame el agua las hierbecillas tiernas. Y las riza pura y consciente. Una vaca pinta, lenta, gorda rumía des:;:iaciosa– mente el heno oloroso. La Virgen Madre llora sobre los cabellos des– trenzados de su Hijo. Suenan en la soledad las apasionadas frases del corazón materno, transfixo dé espadas y de misericordia. Esas palabras que le ha dicho a Cristo el alma en los ratos de parti– cipación activa en 1~ Cruz: «Quiero en la vida seguirte, y por sus caminos irte alabando y bendiciendo, y bendecirte sufriendo, y muriendo bendecirte». 125