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Dios vino a hacernos enemigos de todo lo que se dice mundo, demonio y carne. No basta el «no» rotundo al padre de la mentira. Hay que perse– guir la mentira donde quiera que esté. Y si se es– conde, hay que sacarla del profundo de la tierra. Y si se enmascara, hay que quitarle la careta en la vía pública. Con energía. Sin titubeos. Con la espada desenvainada, como soldados en orden de batalla. Quien ha conocido la verdad tiene que tes– tificar de ella. Y no valen excusas de carne y de sangre, no es lícito recurrir a la fragilidad como pretexto para la inacción. Cristo nos ha confiado su testimonio. Y es .siempre responsable y desertor quien olvida que está en el mundo para Dios, para lo que Dios pida en cada momento. . . . sí, lo comprendo. Sin embargo, Dios es mi– sericordioso con el fraile que sufre entre las llamas. La justicia lo pide así. A quien se le .ha dado un solo talento no es lícito exigirle mucho. Pero cuan– do Dios abre su corazón de par en par y le dice a un hombre: «Mira, todo esto es tuyo», hay que desgastarse por el reino de Dios.Una vida para servirle es insuficiente. Un solo corazón humano es poquita cosa para amar a Dios. En las llamas deI Purgatorio hay un lugar I-éseí" -R dO panv'f6s/ ' testigos de la santid~d que llo sirvieron ,,,¿¡f'Señor 119
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