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Mas la probación es dura y su rostro se os– curece. Hasta que el fuego divino le depure y le haga pura llama, su destino es sufrir. Pero ama a Dios y el amor embellece y sana. Esta mujer -piadosa y buena, con espontanei– dad y convicción- está detenida en el vestíbulo del cielo por la vanidad y flojedad de su vida cris– tiana. La estima de la gracia le guió por el ca– mino recto que conduce a Dios. No obstante, le queda 'aún mucho espacio de tortura para que sus mismas virtudes que, a veces eran casi vicios dis– frazados o «espléndidos vicios» a secas, como dijo el pensador, pasen por el crisol de la prueba. Dios es misericordioso. Innúmera es su mise– ricordia - en frase del salmo-. De aquí que haya tenido compasión del alma salvándola y dándole la seguridad de su salvación. Pero le ha puesto a cada uno su medida de dolor y de cruz. Hay quien llena la medida aquí, con sus mortificaciones, con su dolor, con su entrega en manos de Cristo y de su Iglesia. La vida cristiana, vivida con dignidad, i;in contemporizaciones, sin exégesis acomodaticias, suple con frecuencia al purgatorio, en parte al me– nos. Pero qc1ien entendió el cristianismo como un pasaporte para el cielo y luego no fué consecuente 114

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